Recuerdos del viejo libro




 RECUERDOS DEL VIEJO LIBRO

Por Ismael León Almeida


Acabábamos de cumplir cincuenta años y ahora nos recordamos sorprendentemente jóvenes. Habíamos pasado el día a bordo de una embarcación, tratando de escribir un reportaje sobre la pesquería de agujas en la corriente del Golfo, y yendo en un ómnibus de regreso a la ciudad le dijimos al fotógrafo si podíamos ir esa noche a un concierto. Era el 27 de abril de 2002 y el cantante Polo Montañez se presentaba con su grupo en La Piragua, la plaza habanera donde los músicos grandes de verdad probaban su arrastre de público. 


Así comenzó la historia del libro Polo, cantor de la montaña, que acabaría siendo objeto de una hermosa presentación, organizada por el Obispado de Pinar del Río, cuya editorial Vitral se encargó de hacer público el libro el 26 de noviembre de 2003, justo el día que se cumplía el primer aniversario de la muerte del cantautor Fernando Borrego Linares, luego de una breve y sorprendente carrera artística.


Aquella presentación inicial de Polo, cantor de la montaña la recordaremos por siempre como uno de los acontecimientos más relevantes de nuestra todavía breve carrera literaria. Las puertas de la Casa Diocesana “Nuestra Señora de Loreto”, donde el acto cultural se llevó a cabo, permanecieron abiertas toda la noche y el público dio la respuesta que merecía el artista cuyas canciones habían llegado para colmar una espiritualidad que estaba necesitando aquella fresca brisa de ilusión, lirismo y sentido de identidad.


En ambiente tal, promisorio punto de partida de la trayectoria de un libro escrito con amor y compromiso profesional, resultó triste la ausencia del grupo musical que había acompañado a Polo Montañez en su etapa de éxito y algunos mucho antes. También estuvieron ausentes los familiares del cantor y su esposa, todos invitados especialmente por el autor y los organizadores de la presentación. Ellos fueron retenidos por un compromiso oficial que justo esa misma noche alguien apresuradamente organizó en la ciudad de Candelaria.


Fue triste aquella ausencia, porque en el fondo se trataba del libro de Polo Montañez, el libro de cada uno de ellos, cuyas palabras habían colmado las páginas de la memoria; en último caso lo más importante no eran el autor, ni la editorial, ni el obispado, sino el cantor y ellos. Tras aquella presentación tan llena de luz, de calidez, de entusiasmo, casi a punto del regreso a casa, a la capital, un hombre que permanecía aun por allí se acercó al autor para decirle: Yo te conozco de alguna parte. Una forma corriente de iniciar una conversación, de modo que el autor le contestó que seguramente sí lo conocía, de ser uno de aquellos que viajaba a los pueblos de Pinar del Río a buscar arroz para alimentar su familia en aquellos todavía inmediatos años noventas. Aquel hombre no tuvo ya nada más que decir.


Lástima que, por ver enemigos en todas partes, a quienes se ocupan de estas tristes labores de indagarles a otros la existencia les pasó por alto que junto al autor asistieron a aquella presentación dos amigos, fotógrafo y prologuista de aquella edición, perfectamente identificados con la política del gobierno del país, testigos de cuanto se hizo y dijo en aquella noche, acogidos por la hospitalidad de monseñor José Siro González Bacallao. Ellos no habrían faltado a la verdad, como tampoco faltaron hasta hoy a la amistad.


¿Cuánto más podía pasar, puesto que se había escrito y publicado un libro para homenajear a un músico de origen popular, que no nos abandonaba aun perdida su existencia física, un libro para celebrar el arte y la expresión hermosa de humanos modos de sentir?


Pues ocurrió que un día descubrimos que pese al cuidado en la edición, alguien había osado cambiar en el texto del libro una línea de una canción de Polo, para que no dijera en ese libro que no van lejos los de adelante si los de atrás se van, como se escucha en Canten, del disco Guajiro Natural, y poner, en la página 100 de la edición de Vitral (2003), que no van lejos los de adelante si a los de atrás les den un chance, a fin de dejar en neutro guaracheo sin filo crítico lo que tenía una intención nacida de una cruda realidad que hoy tiene más dolorosa réplica. También sucedió allí que alguno, muy comprometido y sin dudas creyéndose paradigma de patriotismo, dio curso hacia alguna parte a un casete de audio que el autor prestó a la editorial Vitral para que digitalizaran la entrevista que le había realizado al autor en la culta emisora Habana Radio, del Centro Histórico de la capital cubana.


Y puestos los hechos en tales rumbos, de la revista Sol y Son mandaron a quitar una reseña y foto de Polo, cantor de la montaña, y no bastando con ello, también una colaboración del propio autor del libro, por la cual ganaría 15 dólares. Imagine lo que representaba en aquellos días finales de 2003 ese dinero en la casa de un trabajador cubano y hágase la pregunta de cuánto ganaban en esa revista algunos personajes.


Al día siguiente de la presentación, acude el autor al diario Juventud Rebelde, a llevarle un ejemplar de la obra a un colega y amigo que había escrito una sinopsis. El director del diario, que le conocía, lo invitó a su oficina y lo interrogó acerca del modo en que esa obra había llegado a aquella editorial católica. Entretanto, el buscado colega y amigo nunca apareció y jamás respondió las llamadas telefónicas. Al menos otras tres personas de la amistad del escritor le dieron la espalda para siempre. 


Al cabo el autor del libro sobre Polo Montañez, en tanto periodista, pidió a la organización gremial a la que pertenecía, reunirse con quien fuera para aclarar aquella situación, pero nunca dieron la cara los encargados de aquel cerco a la expresión, a una expresión que no se había propuesto levantar bandera a favor de ninguna tendencia que no fuera un paradigma de la cultura nacional en aquel minuto. Todavía nos preguntamos si aquella suspicacia no estaría dirigida en verdad hacia la obra y el recuerdo de Fernando Borrego Linares, de tan sorpresiva capacidad de convocatoria que su serie de conciertos en ciudades cubanas acumuló en abril de 2002 un millón 300 000 espectadores.


Porque no se ha de olvidar que en los días previos a la presentación de la edición inaugural de esta obra, la televisión cubana publicaba repetidamente un spot acerca de un libro que se estaba escribiendo sobre Polo Montañez y ciertamente no se trataba del nuestro. Nunca una obra en proceso recibió tanta cobertura. Durante el primer trimestre de 2004 hubo dos entrevistas en un programa de la televisora Tele Pinar, alguien enterado habrá de confirmarlo o confesarlo, el autor solo tiene a mano las cartas de un lector con el dato. 


Los dos libros anunciados al fin aparecieron, un año o algo así más tarde, y el autor de Polo, cantor de la montaña asistió a la presentación de uno de ellos, saludó a aquel autor como a un amigo y le obsequió un ejemplar del suyo propio. Y que invitado un día a conversar en Casa de las Américas con una importante funcionaria de la institución, le habló de su libro, pero no olvidó mencionar los otros dos de cuya publicación sabía. Eso es lo que hacen las personas decentes. En este país se crían muchas personas decentes.


Hay en archivo una nota del viernes 18 de abril de 2008, en una asamblea de periodistas efectuada en un local de la calle M e/ 21 y 23, Vedado, en referencia a una persona con determinada responsabilidad afín al encuentro que expresó lo que tuvieron que mandarse a correr para salirle al frente al asunto del libro aquel sobre Polo, es decir, Polo, cantor de la montaña, cuyo autor se encontraba presente, como uno más de los convocados por su organización. Un pie oportuno y alarmado advertía al tobillo del funcionario que debía callar. 


Al paso de los años, se repitieron múltiples veces los intentos para publicar nuevamente la obra, en una edición comercial que permitiera acceder a un público más extenso y, al autor, obtener algunos ingresos que le permitieran mantenerse activo en la escritura. El propósito viene a lograrse en los días en que se recuerda en muchas partes al músico Fernando Borrego Linares al cumplirse el vigésimo aniversario de su demasiado temprana muerte.


En una situación curiosamente similar a la ocurrida con Vitral en la primera edición, la editorial Lunetra, dirigida por un cubano en Tampa, Florida, toma la decisión de acoger la obra y en apenas dos meses Polo, cantor de la montaña estuvo listo para llegar al público, y aparecer este mes de noviembre en escena en la Feria Internacional del Libro de Miami. 


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