A la sombra de las mismas Palmeras

 A LA SOMBRA DE LAS MISMAS PALMERAS

Días antes de la apertura de la Feria del Libro de La Habana 2025 apresuramos la relectura de la novela Palmeras de Sangre (Mondadori, 2000), de los autores cubanos Reynaldo Lugo y Julio A. Martí. Escribíamos un texto que diera una idea de la obra a algún eventual editor que anduviera por aquellos pasajes de La Cabaña, tuviera tiempo y no hubiera escuchado jamás acerca de este libro.

Requisito el último más probable que deseado, dado que en previas semanas de búsqueda, incluidos los archivos personales en el ordenador, una colección de revistas literarias cubanas y una caja de cartón llena de notas manuscritas y recortes de prensa, para llegar a la conclusión de que la obra literaria releída en tantas ocasiones en meses, indagando en sus páginas señales, claves y probables orígenes de sus inusitados enfoques, carecía hasta de una hostil o compasiva fuente que permitiera entender el inesperado silencio en torno a su empeñada marrativa, que posibilitara un asidero para, al menos, no errar con un punto de vista sobrecalentado, al cabo de un cuarto de siglo de presentada la obra en la 52ª Feria del Libro de Frankfurt, y de comprobar, vía internet, que aun sus ejemplares se mantienen en el mercado foráneo de librerías, lo cual no es poca cosa, que lo sabrá uno, que es autor de edición única y cero reflejo, siquiera adverso! de la crítica. 

Algo apareció, en unas búsquedas afanosas, de algunos medios españoles que en las semanas inmediatas a la tirada primigenia de la novela pronunciaron su favor, siquiera en España, en cuya plaza bibliográfica de Barcelona se hallaban los editores. En el país de origen de los autores, ni una palabra, pese a la noticia de que la novela tuvo su presentación en la feria habanera, que calificadas voces hicieron allí su análisis, y que el silencio cayó por un tiempo ya histórico, de tan largo. Silencio piñeriano, lezamiano, georgico herreriano, hasta que alguien recordó la poesía. Metálico silencio de Heras León, incómodo y definitivo para H. Padilla, a quien no le perdonan tener que recordar sus versos. Disimulado silencio para otros.  

Finalmente comenzamos a entender qué era lo que nos comunicaba aquella obra que la relacionaba del modo más intenso con nuestra propia vida, nuestra propia condición de inevitable residente en la mismo archipiélago de siempre. Al cabo, lograríamos al menos una modesta opinión:

«Al adentrarse en las páginas de Palmeras de sangre echaría en falta el lector algunos elementos que durante años se le hicieron familiares en la narrativa policial de factura nacional. La verdad rotunda es que estos autores no se empeñaron en convertir su obra en un ameno manual de aleccionamiento ideológico. Carece el texto de una herramienta fundamental para construirlo: un personaje suma de aquellas cualidades que la prensa y las intervenciones públicas de hombres en sí mismos paradigmáticos, que configuraron el ideal humano en las entregas de muy seguidas series audiovisuales, como la relevante En silencio ha tenido que ser, que ató al público a las pantallas de los televisores cubanos hacia finales de los años setenta.» 

En 1973, aseguraba José Antonio Portuondo que la novela policial revolucionaria, sin violentar los cánones del género, podía utilizarse dentro de una nueva concepción comunista de la realidad. Entonces concluye el siglo XX su último giro de tuerca y aparece Palmeras de sangre con toda esa ausencia de énfasis doctrinario. Con algo de las búsquedas de los 80, pero sin ingenuidad ni fabricados compromisos, como texto rudo hecho por dos individuos afinados en el ejercicio del periodismo, metidos de fondo en el suceder de su tiempo, y llenos de la visión de un país que no necesitaba de las manifestaciones ni el permiso de nadie para darse a conocer. Entonces llegó el silencio, pero las palmeras nunca se callan, y menos las que tienen sangre.

Ismael León Almeida, La Habana

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