"El club de los pescados muertos" (Lunetra, Miami, 2022)
DEL INTELECTO DE LOS PECES (O ALGO POR EL ESTILO)
Si acaso cuatro años llevaba el Cristóbal Colón disfrutando su almirantazgo y el escozor que obsequia la notoriedad, cuando a la abadesa del convento inglés de Saint Albán se le ocurre recoger en un texto de límpida y ordenada lectura el saber que aquellos pescadores de domingos, cuaresmas, primaveras y veranos solían transmitirse quién sabe desde cuándo en los mesones y tabernas del país, o bien mientras cortaban el heno de sus prados o desvestían de lana alguna oveja.
Lectura afortunada habrá sido la obra de la señora Juliana Berners, que todavía hoy arrastra fama e imitadores. Al correr del tiempo y en la propia tierra en que Shakespeare fundaba una literatura, Izaak Walton competía la longeva fama de las inspiradas tragedias de su coterráneo con un texto que habría de convertirse en un clásico de las técnicas haliéuticas. En 1653 apareció la primera edición de The compleat angler y su feliz autor vio salir de las prensas otras seis tiradas, de las más de cuatrocientas que habrían de seguir hasta el minuto en que nos hacemos este comentario.
Más importante que el halago que Unamuno haría de Walton sería la vocación que escribas ibéricos mostrarían al tema. Probablemente debido al trasiego de visitantes por el Camino de Santiago, España se enteró de aquellas lecturas sobre artes de pesca y tuvo, como tuvo a Cervantes, autores tan precoces para sus propios manuales de montar moscas, notorios entre los primeros en la lengua los Diálogos de Fernando Basurto, impreso en Zaragoza en 1539 y el célebre manuscrito de Juan de Bergara o Manuscrito de Astorga, escrito en la ciudad de este nombre en el año 1624. Viendo tan cultos empeños dedicados al simple arte del anzuelo y la cuerda sobre el agua, habrá que preguntarse cuál ciencia profunda logrará explicar cómo es que siglos tan tarde pudo alguno, en isla esta tan iluminada por la civilización y la Historia, manifestar abiertamente un exabrupto tal:
― Aquí lo que hace falta es pescar, no tanto intelectualismo.
Y hallado tal razonamiento coherente con otras muestras de nuestra divinizada modernidad, surge sin mayor empeño este conjunto de relatos. Sucede que El club de los pescados muertos (Lunetra, Miami, 2022) es un libro de ficciones de pesca. ¿Lo es o simula serlo? Han de descubrirlo los lectores, decidir si lo que entrega el narrador de "A bordo del Ginetta" es la crónica de un día de competencia o hay un subtexto que de manera sutil busca ser diferente a otros discursos complacidos del momento.
Ajenos por igual a la conveniente y generalizadora imagen de la época, el submundo que muestra su rostro en la madrugada alcohólica de "El hombre de los limones", o aquella trastienda de la sonriente claridad cotidiana que sugieren las sospechas y desconciertos del bloguero de "Abducido". Sin perder la afinidad temática, incluso al saltar sobre raras intercalaciones, llegará el lector a la nota erótica de "Sirenas", como una muestra de las potencialidades del ambiente escogido como escenario narrativo.
Como un parte aguas entre los cuentos más extensos y narrativamente estructurados, siete "Cuentos chinos", ficción de ficciones, hallazgo de planos alternativos de expresión que convocan la sonrisa entendida, bien sea que Zheng o Han le parezcan demasiado familiares al lector del país, o a que las desarrolladas tecnologías de la información hayan globalizado este mundo nuestro hasta el límite más íntimo. En todo caso, El club de los pescados muertos tal vez habría sido un conjunto de crónicas de pesca, de no ser por el hecho de que los complicados perfiles de la existencia humana siempre hallan el modo de hacerse visibles. Con suerte, los lectores no tardarán mucho en poder comprobarlo. La presentación oficial será el domingo 21 de agosto en el espacio cultural TINTA VERDE, en el 10780 SW 61 St., Miami, Fl. 33173, EEUU, con la presencia del editor, Pablo Socorro, y del anfitrión de Tinta Verde, Eduardo René Casanova Ealo.
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