PENSAR COMO (SI FUERA) JOVEN

Este fin de semana, durante un cambio de canales en el televisor al inicio de la noche, alcanzamos a ver y escuchar que un joven de nuestra Cuba alegaba que ya es hora de dejar atrás “el trauma del Período Especial”. Que la gente de su edad nada tenía que ver con aquellos problemas. El hombre de la prensa que uno es tal vez exige señalar el canal, el programa, la hora, el nombre del hablante. El ciudadano que uno es asume el riesgo del desmentido y la crítica.

Muy bien, el borrón y cuenta nueva, el “a mí no me pasó, yo vivo con mis vivencias” tal vez sea una conveniente propuesta, siempre que tome en cuenta ese sobresaliente talento que la forma de no volver a caer en la misma crisis es someter a escrutinio todo fenómeno que impacta al conjunto que somos, y a partir de la sana postura de atender las lecciones de la historia, en lugar de evasivas románticas se asuman los problemas reales que llevaron a aquellos problemas y se tomen, con el concurso de todos, los caminos que nos alejen a los cubanos de carencias extremas, falta de expectativas, frustración de proyectos de vida y búsqueda de la emigración como única solución para salvar la familia. Si algunos de estos “tópicos” les parecen conocidos en este 2021, tal vez es debido a que el origen de la situación puede que sea la misma, exactamente la misma que hace tres décadas, por mucho que haya cambiado la situación internacional.

Últimamente la prensa trae con alguna frecuencia las opiniones de jóvenes de elevada mentalidad y vocación de servicio social, hablando de proyectos culturales en los barrios menos favorecidos. Adelante, a crear arte, ofrecer conciertos y representaciones teatrales. A presentar libros y a acoger a los amantes de la danza. A captar y ofrecerles vías de superación a todos los que encuentren con su ayuda la luz de la cultura, que van a ser muchos. Pensemos que se trata de un deseo sincero y no una consecuencia de la preocupación porque una parte de esos ciudadanos implícitamente menos favorecidos vuelvan un día a mostrar su rebeldía en las formas menos convenientes, con lo que las respuestas desde el lado de la autoridad llegarían a ser, asimismo, menos contemporizadoras de lo que indica el vigente discurso de estos días.

Esperemos que estos nuevos creadores así formados, una vez que logren acceder a las universidades, una vez que su sensibilidad y su sed de saber y de crear maduren, no tengan que recibir de sus hijos la misma respuesta: es hora de dejar atrás “el trauma de (ese otro) Período Especial”. O quién sabe: tal vez sea esa generación en ciernes la que levante un homenaje a quienes persistieron en sostener sus vidas sobre suelo patrio en medio de carencias extremas, falta de expectativas, frustración de proyectos de vida, y decepciones, a pesar de todo lo cual muchos no llegaron buscar el camino de la emigración, ni del delito, creyendo en sí mismos y siendo de hecho, a pesar de todo, la entidad real en que se ha sustentado este país que tantas voces proclaman amar con devoción.

En el fondo se trata de algo bien simple: abrir caminos sinceros y transparentes a la iniciativa de cada cual, a la responsabilidad de cada cual, a la inversión en saberes, capacidades y habilidades que todavía bastantes de los cubanos han incorporado a sus vidas y no han ido a probarse fuera del archipiélago; se trata, también de la ética que existe verdaderamente en el seno de la nación, a pesar de cuántos retos, malas influencias, presiones y avatares.

¿Quitar el bloqueo estadounidense tal vez podría acabar de una vez por todas con el desabastecimiento de alimentos y medicinas? ¿Normalizar el flujo migratorio podría traer prosperidad a muchas familias y provocar ciertas mejoras económicas a la sociedad nuestra? ¿Vivir de las remesas? Está por ver. Pero permitir que cada hombre y mujer construya una parte del país, a la medida de sus sueños y capacidades, tal vez levante la nación al tope de sus posibilidades o más, en menos tiempo y con más garantías que cualquier solución que dependa de la voluntad de cualquier potencia extranjera.

 

 

 

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