MI PYME
Voy a decir algo que va a caer mal. Lo advierto para que dejen de leer y se vayan en busca de algún meme simpático y le den like, o a alguna fake new que dramatice o ridiculice, ―sin complicarse demasiado en denso análisis ni profundidad, pergeñado con información más o menos falsa, manipulada o incompleta―, cualquiera de los avatares que nos tocan a los que ni siquiera por curiosidad hemos pisado en esta Isla la tierra ignota de una embajada.
Hubo un momento en que toda pretensión de ejercer un trabajo en privado era visto con suspicacia, que no por gusto la estatización alcanzó cada puesto de fritas y cada sillón de limpiabotas. Hubo, cuando cierta relajación se hizo patente, algo llamado “operación pitirre en el alambre” que ahora mismo no recuerdo en detalle cómo fue, pero en esencia consistía en acciones de control tomadas sobre una forma primaria de comercialización de productos agrícolas por particulares, y hay cubanos por ahí que seguramente guardan memoria muy exacta de aquello; hoy el barrio donde uno vive puede tener media docena o más de establecimientos de venta de viandas, frutas y vegetales y usted puede muy tranquilo hacer cola en cualquiera de ellos. El trabajo por cuenta propia surgió a la legalidad, pero marcado por un halo de sospecha y resentimiento. Después no; al cabo de los años, no, al contrario, que hasta sindicato les ofrecieron; pero entonces, el día cero, no era simpático que un chef de cocina dejara el restaurante donde estaba empleado, sindicalizado y comprometido con las metas emulativas, y abriera su propia paladar.
Con cientos de miles de trabajadores adscritos hoy día a formas privadas de empleo, no es estar confundido hacerse la pregunta de cómo habría resuelto el Estado crear tantos empleos, y uno lo dice porque en la última temporada de pandemia ha estado tres veces en la oficina municipal del Trabajo en su municipio y todo lo que le han ofrecido es Agente de Seguridad y Protección. Es un problema de la pandemia, puede estar seguro, y en cuanto abran las puertas los centros laborales y se normalice la situación a partir del 15 de noviembre, al solicitante lo enviarán a mirar en el mural la lista de ofertas para que elija las dos o tres de su preferencia y posibilidades.
Resulta que en los últimos años ha entrado en nuestra lista de lecturas preferidas la literatura legal; vaya uno a saber por cuáles majomías de viejo le sucede a uno tal cosa, cuando tiene de sobra con lo que se obliga a repasar de lunes a lunes para cumplir las obligaciones de escritura, y en lugar de eso ponerse a desentrañar decretos leyes y resoluciones, con sus por cuantos, resuelvos y anexos. El caso es que entró en la vieja laptop la Gaceta Oficial Ordinaria No. 94 de 19 de agosto de 2021 y lleno de gozo comenzó el asedio al territorio del promisorio futuro: micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) vendrán a nuestro escenario económico a generar soluciones, a potenciar posibilidades, a crear riqueza, a funcionar con arreglo a presupuesto y acceso a préstamos, equilibrando para innumerables emprendedores y trabajadores incluidos el balance entre esfuerzos, dedicación y capacidad personal ―”de cada cual según su...”― con los beneficios que reciben, a los que tienen derecho y por los cuales tributarán impuestos.
Y creando empleos para que el país avance, que si una paladar (una unidad gastronómica, un restaurante, una cafetería, en fin) o un hospedaje, pueden brindar a su gestor una bonita prosperidad, y de paso encaminar en algún caso hacia las reservas bancarias del país cierta cantidad de divisas, no es posible creer que esas solas actividades ni todas las más de un centenar que integraban hasta ahora las autorizadas para el trabajo por cuenta propia y las cooperativas no agropecuarias, pudieran contribuir muy ampliamente a la economía nacional.
No es complaciente ensoñación: tan temprano como en 1997 el periodista insaciable que uno era fue sorprendido por la forma en que un artículo publicado en el número inaugural de la revista francesa Carnets de Voyage elogiaba la calidad de cuatro paladares cubanas, señalando que estos establecimientos “de inspiración familiar” debían “jugar un rol de transmisión” en el desarrollo del arte culinario local. Las paladares capitalinas Amor, Marpoli y Rincón del Morro, y la cienfueguera Casa del Buzo, fueron comentadas en las mismas páginas que restaurantes afamados de larga data, como el Floridita y La Bodeguita del Medio. Hoy la opinión pública domina mejor el tema de lo que el cuentapropismo ha podido incorporar a la cultura local de servicios... o lo que pueda faltarle en mejoría.
Ya sabemos que la empresa estatal es lo primero: no hablemos de la empresa estatal, ya lo hacen todos los días quienes deben y lo harán otros que sí saben porque están dentro de ellas. Ha pasado el tiempo en que era imperativo luchar contra las plantillas infladas y alentar la contabilidad confiable. En cuanto al cuentapropismo, digámoslo lo menos técnicamente posible: sostener una oferta de meriendas, pintar uñas o parquear bicicletas resultan gestiones útiles a la comunidad, tan útiles que nadie se imagina volver a unos días en que reparar el ponche en una bicicleta requería averiguaciones y búsquedas por las calles del municipio. Pero el desarrollo de la economía del país requiere de aportes más consistentes, que sin dudas una población con adecuado nivel de calificación está en condiciones de ofrecer. Cada puesto de trabajo generado por esa vía es un problema menos que tiene que resolver la dirección del país. Como se las han tenido que arreglar para conseguir los insumos para el pan con jamón o los esmaltes para las complejas ornamentaciones de uñas, es un problema que por largo tiempo solo a los beneficiarios de la gestión competía. Punto. Eso probablemente ya haya cambiado o esté a punto de cambiar, con el aseguramiento de abasto mayorista que permita al emprendedor un margen de ganancia sin tener que “multar” al cliente por el monto que tuvo que aportar el prestador de servicios, como si se tratara de una artículo para su consumo personal, al adquirir el pan, la jamonada, el queso, el menaje de las habitaciones de los rentadores de hospedaje o las varillas de soldar de los pobres chapistas, esos esforzados y valiosos sostenedores del parque automovilístico nacional.
¿Qué habría pasado si las micro, pequeñas y medianas empresas hubieran sido autorizadas a principios de los noventa? También trato de imaginar, porque siendo ciudadano de a pie no tiene uno otro compromiso que el que carné de identidad y bicicleta avalan, qué habría sido la historia de estos años si la hostilidad de algunos gobiernos estadounidenses hubiera tenido un receso lúcido y se dieran cuenta de cuánto ganábamos todos dejando sin efecto el bloqueo/ embargo. Habríamos ganado todos, menos los que hacen su negocio con las malas políticas, que son probablemente unos cuantos más que los que se cree. Sería una buena pregunta para Barack Obama, pero uno hace rato dejó de ser periodista.
Aconsejan no llorar sobre la leche derramada, aunque no sé si el adagio es aplicable a gentes que han visto marcharse la mitad más uno de su vida llenos de motivación, invirtiendo en su formación, viendo fracasar uno tras otro proyectos que para cualquiera eran viables en cualquier parte menos aquí. Voy a ponerles un ejemplo que considero aleccionador. En 2018 contactó con el editor de un blog cubano un aficionado a la pesca recreativa de la ciudad rusa de Jabarsk, en la costa del océano Pacífico; quería información el hombre para venir a Cuba y ver si acá podía practicar su afición. Resultó que Mikhail Skopets tiene un doctorado de investigación (PhD) en Ictiología, y sin abandonar sus compromisos profesionales como parte de un proyecto internacional acerca del salmón, desarrolla el guiado turístico de pesca. Desde 1992, ¿ha visto la fecha? Desde 1992, para clientes nacionales y extranjeros, con la aprobación del Estado, y si hace falta una embarcación o un helicóptero, pues está establecido con toda claridad cómo conseguirlo, y la única condición es coordinar sus servicios con alguna agencia de viajes establecida, lo cual es muy favorable, porque usted hace un programa, prevé todos los servicios necesarios, se pone de acuerdo con quienes se ocupan regularmente del hospedaje, transportes terrestres, restauración, etc., y ellos tienen la gentileza de retribuirle la comisión que corresponde por aportarles clientes, en tanto usted, Sr. Guía, cobra sus servicios y también alguna propina, todo lo cual un día con otro va a los fondos de la nación *.
Encima, cuando la temporada decae en la cuenca del río Amur, pues se va el Sr. Guía a algún país cercano a guiar pesca marítima. Lo puede hacer, cada una de esas cosas, y atraer turistas a su país y región, sin tener que ser un funcionario del Ministerio del Turismo ruso o un extranjero con licencia para hacer lo que no se autoriza a un nacional, incluso cuando sea un titulado universitario, con dominio de idiomas y una carpeta abultada de diplomas ganados en certámenes de pesca que avalan su capacidad ante los exigentes y competitivos clientes. Pueden hacerlo los mexicanos y los argentinos, que tienen sobresalientes productos turísticos de pesca; los cubanos, no. A lo sumo y con mucha suerte, serán elegidos para servir como guías de pesca turística al servicio de un operador extranjero. Un señor que tal vez procede de un país donde no son usuales las especies de peces que corren por las aguas del archipiélago cubano que, curiosamente, son algunas de las más apreciadas a nivel internacional para los viajeros interesados en este producto.
Hasta anoche, cuando disimulé el tiempo de ver televisión dedicándolo a la lectura de los instrumentos legales que respaldarán el auge de las MIPYMES en el país, había gastado cuartillas, lápices y megabites de espacio en la computadora estudiando las potencialidades de la pesca deportivo recreativa como fuentes de negocios locales en toda la Isla. ¿Interés personal?, en un cierto porcentaje. Por un lado, luego de tres libros terminados acerca de ese entretenimiento es inevitable que al autor le salte la motivación a disímiles aspectos que no trató en sus textos, sea por olvido, sea por ignorancia de hasta donde llegaban las implicaciones de un asunto tan de pasatiempo. Tampoco es algo original de la imaginación de quien escribe: ya en los noventas, en “aquellos” noventas, hubo quien lo pensó y consultó de amigo a amigo, para decirle luego que no, no fue posible.
La documentación legal acerca de las MIPYMES es detallada, lógica, ordenada, previsora: las atribuciones que la ley confiere a los socios parecen cosas del año dos mil cincuenta y nueve. Podría seguir con adjetivos, pero citar algunas características asentadas en el Decreto Ley 46 me relevan de ello: una empresa de tales características puede formarla usted solo o con un centenar de individuos (Art. 3.2). “Las MIPYMES como sujeto de derecho contratan bienes y servicios con los demás sujetos reconocidos en la legislación vigente, en igualdad de condiciones y les son aplicables las disposiciones vigentes en la materia” (Art. 4). Puede exportar e importar (Art. 6 a), y tiene acceso a fuentes de financiamiento (Art. 7). Imagino, tan solo imagino, que estas cuatro atribuciones juntas hace un tiempo no las tenían unas cuantas empresas estatales ni los gobiernos locales. Puede que me equivoque, y algunas entidades sí, otras no. Ya lloverán aclaraciones.
Aterrizamos del encantamiento con el Decreto 49 “De las actividades a realizar por las micro, pequeñas y medianas empresas privadas, cooperativas no agropecuarias y trabajadores por cuenta propia”. Seamos positivos: el enfoque deja la impresión de que las posibilidades de sumarse a la gestión económica del país se han multiplicado o lo harán. Ya nos dirán estadísticamente cuántas veces aumenta el espacio concedido al ciudadano para materializar sus capacidades y laboriosidad. Pero el “Listado de actividades no autorizadas...” que documenta el anexo del decreto evidencia una escala de confiabilidad para el ciudadano nacional que subraya sus límites con creyón grueso y de color subido.
Veamos: la elaboración de azúcar, la fabricación de armas, municiones, pólvora, uniformes e insignias militares, resultan con toda lógica encargo específico del Estado. La explotación de minas y canteras es también una atribución cuando se piensa en producciones complejas como la extracción de mineral para fundir metales, no tanto en lo que se refiere a materiales de construcción que requieren una oferta de rápida y extendida respuesta para las necesidades constructivas de la población. Es probable que la centralización estatal de la elaboración de tabacos deje fuera del juego a algunos que en su propia casa podrían elaborar tabacos de calidad, propiamente lo que llamamos puros habanos, con artesanía tan elevada como en una factoría, como lo hacían los abuelos de muchos de nosotros en aquellos “chinchales” que existieron en las lindes entre los cincuenta y los sesenta del pasado siglo.
Quien esto escribe, una parte de los que lo leen e incluso muchos de los que no se decidirán a opinar a favor ni en contra, está convencidos que es mucha la capacidad intelectual y la creatividad, incluso la experiencia y buen currículo, generados tanto por la gestión educativa de la nación como por el valor agregado que han puesto en su formación los propios interesados, que serán perdidos a causa de persistir en la postura de impedir que el ciudadano, en tanto tal, pueda emprender ciertos proyectos de más elevada significación cultural: como crear publicaciones, tales como periódicos, revistas, tabloides, y pueda editar libros, operar librerías o bibliotecas, ejercer el periodismo sin necesidad de pertenecer a una redacción, cuántos reportajes de Onelio Jorge Cardoso nos habríamos perdido, esos reeditados en los libros «Gente de pueblo» y «Gente de un nuevo pueblo», si con la república tan cuestionada nos hubieran llegado también tales limitaciones. Pienso en cuantos graduados de Pedagogía o de Letras, escritores en activo y periodistas de larga experiencia, darían para editores con capacidad para mostrar lo que es capaz de aportar esa profesión cuando se le permite desempeñar su capacidad técnica y su autoridad intelectual, en un ejercicio marcado por la fidelidad a su condición de ciudadano que no necesita de intermediaciones aleccionadoras o censoras.
En una mirada que no pretende ser exhaustiva, apreciemos también que es cuando menos un contrasentido, la forma en que se ha vetado el ejercicio de negocios en base a la pesca deportivo recreativa, ignorando el potencial de esta clase de actividad en un país con las condiciones geográficas de Cuba. En la distante fecha de junio de 1994, un equipo de especialistas en Planificación Física granmenses presentaron el Plan Director del poblado costero de Cabo Cruz en el IV Simposio Iberoamericano sobre Turismo, efectuado en La Habana. En una etapa en que el desarrollo turístico era más un propósito en el horizonte que un acápite en los saldos de la economía anual, ellos tomaron en cuenta las potencialidades turísticas del lugar y la posibilidad de construir una parcela hotelera de cuarenta habitaciones y una marina, generando una fuente de empleo que todavía hoy probablemente es necesaria.
Cabo Cruz, sede de un torneo nacional de pesca de la barracuda a vara y carrete en esos años, tendría sin dudas una sabiduría propia que aportar de su tradición si en las nuevas oportunidades creadas por las MIPYMES se le permitiera generar productos tales, para turistas foráneos y nacionales. No alcanzan tiempo ni papel para enumerar la cantidad de opciones de emprendimiento que se abrirían a la localidad granmense y a muchas otras del litoral cubano y de las proximidades de numerosos ríos y embalses: ciencia y mecanismos de control ambiental y pesquero existen en el país para llevar a buen término la propuesta. Es mejor que convertir pescadores deportivos y sus embarcaciones en una flota de pesca comercial y eso se llevó a cabo con toda celeridad en 2007, hiriendo de muerte a la asociación de los pescadores aficionados del país.
En contraste, el “Listado de actividades no autorizadas...” del Decreto 49 reforzó los cerrojos para cualquier intento de aprovechar de un modo útil, sano y razonable un recurso natural del paisaje cubano que sin embargo se licencia generosamente a operadores extranjeros, que en alguna ocasión se han sabido manifestar como dueños capitalistas. Por lo tanto, a los que poseen estos conocimientos y la afición en el país solamente les queda leer en internet y en publicaciones extranjeras acerca de las formidables pesquerías que el visitante puede realizar en las aguas de este archipiélago. Y algunos, ser empleados de los que un día podrían decir que llevan tantos años “protegiendo las aguas” de uno de esos “paraísos”.
De manera que nada de explotación siquiera de un modesto y funcional espigón, mucho menos de construir embarcaciones que sirvieran para el propósito, si es que a estas alturas queda alguien capaz de desempeñar tal oficio. Nada de campamentos de pesca, nada de alquiler de avíos para pescar, mucho menos de guiado por cuenta propia, de usar el saber nacional para generar una agencia especializada en productos turísticos de pesca recreativa, nada de aprovechar la experiencia y la bibliografía acumulada en el país sobre el tema, nada de publicar materiales informativos y técnicos tan demandados en el tema, a partir de la visión, la tradición y el lenguaje de los aficionados del país, nada de organizar certámenes en las modalidades propias de pesca e incluso en aquellas de tanta demanda como la pesca a mosca ― un club que en 2006 se propuso crear para difundir esta técnica y la filosofía conservacionista que se le asocia fue olímpicamente ignorada. Y al cabo recibir lecciones de talentosos hombres de negocios, en un país donde las ciencias que sustentan el entretenimiento de la pesca por afición alcanzaron cotas de elevado prestigio mundial en el mismo siglo en que el sentido de la nacionalidad cristalizó en los hombres y mujeres de esta Isla.
© Ismael León Almeida (La Habana, 7.10.2021)
* En caso de curiosidad, vea la entrevista “Mikhail Skopets pescará en Cuba” en Este Enlace http://pescarencuba.blogspot.com/2018/03/mikhail-skopets-pescara-en-cuba-este.html
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