El segundo semestre 2021 ha estado signado en Cuba por la protesta y el disentimiento. Ha sido amplia noticia en las redes, de maneras que podemos ahorrarnos alegaciones descriptivas. Después del 11 de julio hallamos razones para entender que era necesaria una actitud ciudadana alerta ante los hechos; la pasividad podría resultar en un daño irreversible a la capacidad ciudadana de indicarle a sus gobernantes el sentido que esperaban debían dar a su gestión en nuestro nombre.
Podría cuestionarse las formas violentas que se mostraron en la vía pública de varias ciudades cubanas en aquella jornada. Pero la ciudadanía se haría muy poco favor si dejaba a los medios oficiales dar toda la explicación de los hechos, justificar cada respuesta de las instituciones y escatimar la transparencia bajo alegaciones de actos alentados por el tradicional enemigo, o acciones de personas motivadas por las dificultades del momento, pero que serían en el fondo, de acuerdo con lo difundido en medios locales, buenos revolucionarios.
Es inadmisible que toda expresión de desacuerdos con la política del Estado acarree para quien la emite una etiqueta de “vendido” o “confundido”. El fracaso del proyecto de Marcha del 15 de Noviembre trajo verdaderamente desconcierto a quienes creen que los problemas de nuestra sociedad pueden y deben resolverse por medios civilizados, dando espacio a un consenso auténtico para que la nación sea en verdad un espacio constructivo para todos sus miembros. Vimos las calles ese día. Sabemos el camino de quien aparentó erigirse como líder. La explicación ofrece escasas alternativas, pero sería un error centrarse en un análisis del individuo, definitivamente anulado ante la historia: lo que logre su exilio en el orden personal, poco importa. Lo que verdaderamente importa es que unas cuantas personas han dejado de creer que su única opción es emigrar para tener derecho a un proyecto de vida.
Habría sido muy útil que aquella acción hubiera tenido la posibilidad de manifestar los puntos de vista de una parte de los cubanos, pero disposiciones sin duda inteligentes y disciplinadamente ejecutadas se empeñaron y lograron evitarlo. Correcto, es su derecho. Montar un acelerado discurso de soluciones a problemas que datan de décadas, de todas las décadas recientes, también es derecho del poder. Pero si los inevitables mecanismos de control social se convierten en un cepo a la auténtica participación ciudadana en la creación material e intelectual, poco entendimiento tendremos en perspectiva.
A las advertencias de órdenes “que ya estaban dadas”, han sucedido tranquilizadoras palabras de los encargados de juzgar y sancionar. Entusiastas presentaciones musicales en espacios públicos, cantos, bailes, sucesivas composiciones devotas de las esencias del país. Preocupación por los sectores menos favorecidos, a los cuales aceleradamente se respalda con acciones constructivas y proyectos culturales alentadas por jóvenes que son absolutos ejemplos del ciudadano que proyecta la nación. La apertura a una mayor participación individual, privada, en la gestión económica del país, con las llamadas pymes. ¿Habremos mirado con suficiente atención a las leyes que sustentan nuestra existencia ciudadana, a su articulado en detalle? Deberíamos hacerlo.
Durante estos meses, limitados en las posibilidades de acceso a internet, además de emitir algunos materiales de interés cultural, intentamos participar en el diálogo de la sociedad cubana con algunas pocas y considero que mesuradas opiniones, difundidas mediante Facebook, principalmente en la página “Palabra de este otro”. Retornados a cierta normalidad en el uso de la red de redes, pues transferimos a este blog los textos emitidos en esa etapa, incluidos los destinados a intervenir, por derecho ciudadano en el debate de nuestra actualidad:
Solicitud ciudadana (25 de julio de 2021)
Construir la memoria
Preguntas
Pensar como ―si fuera― joven
Mi Pyme
Razones
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